Innocence.

domingo, 24 de julio de 2011 7:17



—Tienes pocos prejuicios formados —prosiguió—. En realidad, me asombras porque haces las cosas tan extraordinariamente simples. Sólo quieres un objetivo. Sólo buscas amor.
—Cierto —dije con un leve encogimiento de hombros—. Bastante vulgar, ¿no?
Marius lanzó otra de sus leves risas:
—No. Nada de eso. Es como si los dieciocho siglos de civilización occidental hubieran producido un inocente.
—¿Inocente? No te estarás refiriendo a mí, ¿verdad?
—En este siglo se habla mucho del buen salvaje —me explicó—, de la fuerza corruptora de la civilización y de que debemos encontrar el modo de volver a la inocencia que hemos perdido. Pues bien, todo eso no es, en realidad, más que una serie de tonterías. Los pueblos auténticamente primitivos pueden ser monstruosos en sus creencias y expectativas. No les cabe en la cabeza el concepto de inocencia. Y tampoco a los niños. En cambio, la civilización ha creado, al menos, hombres que se comportan con tal inocencia. Por primera vez, miran a su alrededor y se dicen: «¿Qué diablos es todo esto?».
—Tienes razón, pero yo no soy inocente. Impío, tal vez —repliqué—. Procedo de gentes sin Dios, y me alegro de ello. Pero sé qué son el bien y el mal de una manera muy práctica, y soy Tifón, el asesino de su hermano, no el matador de Tifón, como debes saber.
—Carecer de dios es, probablemente, el primer paso para la inocencia, para despojarse del sentimiento de culpa y de subordinación, de la falsa pena por las cosas que, supuestamente, se han perdido.
—¿De modo que eso entiendes por inocencia: no la ausencia de experiencia, sino la ausencia de artificios engañosos?
—La ausencia de necesidad de artificios —me corrigió—. El amor y el respeto por lo que tienes delante de los ojos.


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