Valo.

domingo, 24 de julio de 2011 8:44


—Pero tú no te hundiste, Lestat —continuó, enarcando las cejas—. El hambre, el frío..., nada consiguió detenerte. ¡Eras un triunfo! —La rabia le espesó la voz una vez más—. No terminaste alcoholizado en el arroyo, sino que lo volviste todo al revés. Y en cada aspecto de nuestra presunta condenación, tú encontraste una nueva alegría. La pasión y el entusiasmo que irradiabas no tenían fin... Y la luz, siempre esa luz... Y, en la misma medida exacta en que surgía de ti esa luz, aumentaba en mí la oscuridad. ¡Cada muestra de alegría me desgarraba y creaba su calco exacto de tinieblas y desesperación! Y entonces vino la magia; cuando poseíste la magia, ironía de ironías, ¡decidiste protegerme de ella! ¡Y no se te ocurrió otra cosa que utilizar tus poderes satánicos para fingir un comportamiento de caballero mortal!

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